
En mi día de bodas, rodeada de amor y felicidad, hubo un momento tan profundo que aún no puedo dejar de pensar en él. He lidiado con la pérdida de cabello desde mi adolescencia, soportando años de inseguridad antes de finalmente aceptarme gracias al apoyo de mi prometido, Jake. Su hija, Avery, una niña de 8 años con un corazón de oro, ya se había convertido en mi rayo de sol, y esperaba adoptarla después de la ceremonia.

Avery parecía una princesa de cuento de hadas con su vestido rosa pálido en nuestro gran día, pero su sombrero de invierno rosa tejido parecía fuera de lugar. Insistió en llevarlo, restando importancia a las preguntas con una sonrisa cómplice. La ceremonia fue todo lo que soñé, llena de amor y emoción, pero fue durante la recepción cuando Avery captó la atención de todos. Sujetando un paquete envuelto con una cinta, caminó hasta el centro de la sala y anunció que tenía un regalo para mí.

Cuando lo desenvuelvo, me quedé paralizada: dentro había una larga coleta de cabello. “Es para una peluca de amor,” explicó Avery suavemente, “porque te quiero.” Luego se quitó el sombrero, revelando su nuevo corte bob a la altura de la barbilla. Avery había cortado su hermoso cabello largo para darme algo que sentía que merecía: una peluca hecha con amor. Conmocionada por la emoción, la abracé fuertemente mientras las lágrimas caían por mi rostro. Los invitados estallaron en aplausos, conmovidos por su gesto extraordinario.

Jake luego me contó que Avery había planeado esto durante semanas, decidida a hacerme sentir hermosa. Ese momento nos unió para siempre. A partir de ahí, ella no era solo la hija de Jake; era mi hija en todo lo que importaba. Su regalo no era solo cabello; era amor puro y desinteresado.

Inspirados por su acto de bondad, Jake y yo creamos la “Fundación Peluca de Amor” para apoyar a personas con alopecia y pérdida de cabello. Avery se convirtió en el corazón del proyecto, ayudando a diseñar pelucas, escribiendo notas conmovedoras y difundiendo alegría. Años después, mientras veíamos florecer la fundación, Avery me abrazó y dijo: “¿Ves, mamá? El amor realmente hace que todo mejore.” Y tenía razón—su amor cambió mi vida para siempre.