El romance de cuento de hadas entre Jennifer Lopez y Ben Affleck, cariñosamente apodado “Bennifer 2.0”, ha llegado a un final abrupto. Los rumores sobre problemas en el paraíso comenzaron a circular a finales del invierno de 2024, y para la primavera, era evidente que la pareja enfrentaba desafíos significativos.
La ausencia de la pareja en eventos públicos, incluyendo el prestigioso Met Gala, levantó sospechas entre los fans. Aunque sus representantes inicialmente atribuyeron esto a la apretada agenda de rodajes de Affleck, la verdad era mucho más compleja.
El último clavo en el ataúd fue la decisión de Affleck de mudarse de la casa que compartía con Lopez. A pesar de los intentos de reconciliación de la pareja, incluyendo sesiones de terapia según los rumores, quedó claro que sus diferencias eran insuperables.
El 20 de agosto de 2024, Lopez solicitó el divorcio, marcando el fin de su segundo matrimonio. El momento de la solicitud, en el segundo aniversario de su boda, añadió una capa de intriga a la situación.
Amigos de Lopez revelaron que ella había estado luchando con los desafíos de la relación durante algún tiempo. Aunque su fama y fuerte personalidad eran frecuentemente admiradas, fue la “queja constante y negatividad” de Affleck lo que finalmente resultó ser el factor decisivo.
La decisión de la pareja de retrasar su anuncio oficial se debió a más que solo la esperanza de reconciliación. Detrás de las cámaras, estaban lidiando con asuntos financieros complejos. Sin un acuerdo prenupcial, sus ganancias de los últimos dos años, incluidos lucrativos proyectos cinematográficos y acuerdos de marcas, estaban sujetas a división.
Lopez, cuya fortuna se estima en $400 millones, ha disfrutado de un éxito financiero significativo desde que se casó con Affleck. Sin embargo, la situación financiera de Affleck es menos segura, con un patrimonio neto de poco más de $100 millones. Las prolongadas negociaciones de la pareja probablemente se centraron en la división de sus sustanciales activos conjuntos.